Por Rosa María Ordaz
*En gratitud y amor de todos aquellos que partieron por el COVID-19 o alguna otra causa. Dios nunca pierde, él, toda tragedia o pérdida; lo transforma en algo glorioso para sus hijos.
Al iniciar el año, expresé mi gratitud al creador y a la vida por el privilegio que me concedió de terminar un ciclo más de mi existencia; me percibí privilegiada por pertenecer o ser parte de este 2021. De pronto, recibí una hoja que me puso a reflexionar acerca de este don o regalo de la vida en dos dimensiones distintas. La primera reflexión alude lo predilectos que somos los que permanecemos todavía en este mundo, pero también lo privilegiados que se tornan los que ya alzaron vuelo hacía una mejor vida, ellos también son elegidos. Una mente bloqueada por el duelo, no puede visualizar o trascender las realidades del más allá con Dios, para escudriñar las cosas de origen divino. Es muy común que nos quedemos en el plano finito sin ascender o lograr discernir lo infinito, los designios de Dios, descubrir que Él, es más ambicioso y exigente en el buen sentido de la palabra, en cuanto a los galardones que prepara a los que ha llamado al vuelo de la psique inmortal con Dios: “ojo no vio, oído no escucho, y mente jamás imagino lo que Dios tiene preparado para aquellos que llama y le aman”. La muerte no es un salto al vacío ni el mero desgarramiento a la oscuridad y la desesperanza; La muerte es el dies Natalis, el día en que al morir se nace a la vida en la luz y en la paz eterna.
La segunda dimensión de mi meditación, es la gratitud por los desafíos, adversidades y el dolor experimentado durante este año.
Es maravilloso descubrir que las oposiciones del destino junto con el sufrimiento no sólo es acontecimiento sino revelación, un gran filósofo (Viktor Frankl) desentrañó que el dolor es el maestro del alma, el que enseña, moldea, acrisola, el que nos dirige a obtener la maestría espiritual en nuestras vidas. Al descubrir la razón de ser del dolor cruzamos el auténtico umbral de la esperanza. Al unir esta reflexión a Cristo, Él, nos moldea hacía el doctorado de la perfección de nuestra alma, a un futuro promisorio terrenal; y, aún después de la muerte será un encanto esplendoroso la trascendencia. Estimado lector también dedico mi artículo en memoria o en recuerdo de todos aquellos que hoy ya no están aquí. Quiero terminar con esta profundísima reflexión.
“Si me amas no llores, por favor no te entristezcas ni derrames lágrimas, ni te abraces a tu pena de esta separación física temporal; porque la muerte no es nada, no he hecho más que pasar al otro lado, y si conocieras lo que es don de Dios y lo que es el cielo, si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos, me has amado en el país de las sombras, no te resignas a verme en el de las inmutables realidades, créeme lo que éramos antes lo seguimos siendo; por eso dame el nombre que siempre me diste, que se pronuncie como siempre, sin huella alguna de sombra o pena; háblame como siempre me hablaste, sin emplear un tono distinto ni triste, por el contrario empieza de nuevo con valentía y con una sonrisa por mi memoria y, en mi nombre vive tu vida y haz todas las cosas igual que antes, sigue riendo de lo que nos hacia reír juntos, ora, sonríe, piensa en mí, reza conmigo, la vida es lo que siempre fue, el hilo no se ha cortado, sólo estoy fuera de tu vista pero no estoy lejos, tan sólo a la vuelta del camino, créeme, cuando llegue el día en que Dios ha fijado y, tu alma venga a este cielo en que te ha precedido la mía, volverás a encontrar mi corazón, volverás a verme transfigurado, feliz, ya no esperando la muerte sino avanzando contigo por los senderos de la luz, por eso nunca, nunca tengas miedo a morir porque estaré esperándote aquí, así que enjuga tus lágrimas y no me llores si me amas”. Mayores informes seminarios y conferencias relacionados con el tema www.grandezaydignidad.org You Tube Rosa María Ordaz rossamaary@hotmail.com Facebook Rosa María Julia Ordaz, IVOOX Rosa María Ordaz.